Por Lucas.
Mi primer contacto serio con Jorge
Luis Borges, más allá de algún cuento que me hayan obligado a leer en la
escuela, fue “El informe de Brodie” libro que adquirí en una casa de saldos de
esas que hoy solo subsisten en la calle Corrientes, cuando debía tener más o
menos 18 años.
En un primer momento debo reconocer que me sorprendieron dos cosas: primero que los cuentos eran casi
incomprensibles y segundo que Borges era un escritor de género fantástico, casi
casi como Tolkien que en ese momento estaba de moda por las películas de Peter
Jackson (aunque leí por ahí que a JLB no le gustaba que lo compararan con el
sudafricano).
Casi a continuación a merced de una
ola de liquidación que se dio en el Club del Cómic (el que pertenece a Tony
Torres, no el de Rafael de la
Iglesia), ya que estaban mudando el local de la calle
Corrientes al que estuvo muchos años en Montevideo y sarmiento, pude acceder a
casi la totalidad de los tacos de “La cosa del pantano” de Alan Moore, a precios
que hoy dan risa la verdad.
De más esta decir que me explotó el
cerebro, la prosa, el lirismo de Moore, la atmósfera me fascino de entrada pero
lo que disparó mi imaginación fue el viaje al espacio que realiza el
protagonista, donde va encontrándose con diferentes obstáculos como el planeta
azul, una guerra entre rann y thannagar, y un linterna verde vegetal (cuanto
aprendiste de esto James Robinson).
Pero lo que me sorprendió fue uno de
los últimos capítulos, que esta guionado y dibujado por Rich Veicht, quien se
haría cargo de la colección tras la partida de Moore en donde básicamente hace
una remake del cuento “El aleph” tal vez el más famoso de Borges (hay que
aclarar que el dibujante inglés le hace homenaje en la historia al Argentino).
Luego descubrí casi en igual
condiciones (fiebre de liquidaciones) al “Animal Man” de Grant Morrison, obra
de la que ya hablé en el blog y que literalmente hizo que me explotara en la
cabeza, considerándola como lo mejor que había leído durante mucho tiempo, hasta
claro que descubrí “La otra muerte” de Borges, en donde el protagonista se da
cuenta de que “la continuidad” esta siendo modificada alrededor suyo.
El tema es, para no aburrirlos, que
en los tiempos de la EAH
hice un cursito de guión con el maestro Carlos Albiac, que lamentablemente
falleció este año, en donde nos instó a los oyentes a leer los cuentos de
Borges, porque para él, la práctica totalidad
de los guionistas anglosajones que estaban considerados unos monstruos
sagrados, lo único que estaban haciendo era plagiar al famoso escritor ciego.
De esa manera, agarré “El informe de
Brodie”, seguí con “El aleph”; “El libro de la arena”; “Ficciones”; “Historia
Universal de la infamia”, etc. y la cabeza me volvió a explotar, la cantidad de
ideas, de conceptos, que anteriormente me habían parecido impenetrables ahora
me parecía accesibles y apasionantes, pero claro mi cerebro ya estaba
reblandecido por un Moore, Morrison, Milligan, Warren Ellis y también Gaiman.
Y acá llego a la otra noche, en
donde intenté releer el libro de ensayos “Otras disquisiciones” y me topé con
“El sueño de Coleridge” en donde Borges intenta conectar el sueño de Kublai
Khan a quién se le aparece oníricamente el castillo que luego mandara a
edificar con el poema de Coleridge que también fue inspirado entre las
almohadas.
El escritor argentino en 1949 intenta
desarrollar una teoría unificadora de los sueños; las ideas y la humanidad,
algo que también intentaría Neil Gaiman en “The Sandman” casi cuarenta años
después pero también desarrolla la idea de que tal vez estemos frente a un
nuevo concepto universal que de a poco esta intentando colarse en nuestra
realidad, algo que claro Morrison se esforzó de explicar en “Flex Mentallo” y
en casi toda su obra.
Y bueno por ahí Borges tiene razón y
las ideas y conceptos pertenecen a una suprarealidad penetrando cíclicamente
las mentes de autores por todo el mundo.